Título original: Die Kunst des Liegens. Handbuch der horizontalen Lebensform
Traducción: José Aníbal Campos González
Año de publicación: 2012
Valoración: Curioso
No sé si existe alguna estadística fiable sobre cuántos libros se han publicado a lo largo de la historia. Son sin duda miles, quizá cientos de miles, desde las culturas más remotas hasta la misma actualidad, en todas las lenguas habidas y por haber, en todas las épocas y formatos, pergaminos, opúsculos, cartas, catecismos, tocando todos los géneros conocidos y sus derivaciones. Y en todo ese diluvio de libros se han tocado todos los temas, ya sea desde la ficción o desde la voluntad de transmitir conocimientos sobre cualquier asunto. Así que seguro que ha habido precedentes, el mismo Bernd Brunner cita algunos, pero no serán muchos los textos que se refieran a algo tan humano como una postura, la posición del cuerpo en la que todos los humanos que fueron, son y serán hemos pasado una buena parte de nuestra vida. Unos más que otros, es verdad, y por razones muy diversas. Pero en definitiva algo que nos une sin remedio y sin excepciones: todos estamos cada cierto tiempo en posición horizontal.
Desde luego, se puede construir un libro entero sobre esto tan obvio y tan conocido, pero tampoco es tan fácil. ¿De qué hablamos? ¿Empezamos con nuestros antepasados acurrucados en cuevas, o avanzamos hacia camastros rudimentarios construidos con algo de paja o ramas? ¿Hablamos de la costumbre romana, no sé si también griega, de comer recostados? ¿Quizá algo parecido a una historia de la cama, con sus modificaciones estructurales o la importancia de su colocación según el feng shui? ¿Tocamos la segmentación social o política para ver al poderoso repantingado mientras los súbditos permanecían de pie? Pues sí, todos estos asuntos los toca el libro, juntos con muchos otros relacionados con el sueño, sus horarios y aspectos médicos, las posturas idóneas para bebés y las preferidas en el lecho compartido, la influencia de Oriente en las rudas costumbres europeas, aparatos absurdos asociados (al menos teóricamente) al descanso y la relajación.
Como se ve, es una fuente inagotable de cuestiones que podríamos obtener de una sencilla brainstorming, porque a todos se nos pueden ocurrir mil ideas relacionadas con la posición horizontal del ser humano.
Muchas de ellas las desgrana el autor a los largo de unos treinta capítulos, de tres o cuatro páginas cada uno, en los que va revisando con una pizca de humor, más bien poquito, tantos puntos de vista posibles. La lectura es agradable, ligera, quizá demasiado ligera, porque, siendo sinceros, el tema sí que es original pero también bastante intrascendente. La consecuencia es que leemos digamos con agrado pero sin mucho interés, invitando el texto a detenerse en algún detalle curioso y poco más.
Me temo que el asunto no da para mucho más, aparte de comentarios de algún cariz humorístico, porque si de esto alguien pretende hacer un análisis antropológico o cultural de más enjundia tal vez podría estar provocando que el lector quede traspuesto, ya sea en esa posición horizontal o en alguna alternativa, con variantes llámese butaca, sofá, hamaca, tumbona o a ras de tierra, bajo un árbol sobre la hierba, o en la arena de la playa.
5 comentarios:
Decepcionante. Lo adquirí por simple curiosidad y con el "aval" de Acantilado.
Sin chicha, sin gracia, sin nada aprovechable. Con la sensación de haber perdido el tiempo con esta lectura.
Un ensayo totalmente prescindible
Sí, prescindible, pero digamos que también curioso, aunque solo sea por el tema. Por cierto, que después he visto que Brunner escribe habitualmente sobre cosas como esta, cotidianas y más o menos intrascendentes, como el invierno, el norte (punto cardinal) o no sé qué de los frutales. Desde luego original sí que es buscando sobre qué escribir. Otra cosa es que luego el desarrollo resulte algo anodino.
Gracias por tu aportación.
Donde esta el humor
Buenos días, Carlos.
Digo decepcionante porque precisamente había leído “Cuando los inviernos eran inviernos…” y el regusto que me dejó fue bastante agradable. Tal vez sea que el invierno da más de sí que una cama…
Seguramente es eso lo que ocurre, o que simplemente uno no puede estar siempre igual de inspirado.
En relación al comentarista anterior, diría, si es eso a lo que se refiere, que hay cierta dosis de humor en el libro, aunque pienso que para darle un poco más de brillo a tema tan peculiar igual hubiera sido preferible algo más de ironía.
Publicar un comentario